Clasi
À
cas los textos personales
Puebla, 18 de mayo de 2013.
Querido diario:
Te escribo muy rápido porque voy saliendo a mi excursión al Distrito Federal, para conocer
varios museos. Seguramente llegaré muy tarde y no podré escribir, pero mañana te cuento con
lujo de detalles todo lo que hice
Soledad
Memoria
La memoria es muy parecida a la autobiografía, pues en ambas narras un suceso
importante de tu vida. La diferencia es que en la autobiografía narras sucesos
importantes de todos los periodos de tu existencia, mientras que en la memoria
haces énfasis sólo en alguno.
“Las memorias aportan la riqueza de lo que percibes sobre la realidad, abordando
eventos que tocaron a toda una comunidad; por ejemplo, un desastre natural, un
descubrimiento cientí
¿
co importante, un avance tecnológico, e incluso un evento
particular como una conferencia o un curso y, por lo tanto, permiten a quienes las
leen explorar los sucesos a través de la mirada de otro” (Parra y García, 2010: 132).
A continuación se presenta un ejemplo de memoria:
Con
¿
eso que he vivido
Pablo Neruda
(fragmento)
Hace cuarenta años la tripulación de un tren de esta clase tenía que ser formidable. Venían
de los campos, de los suburbios, de las cárceles. Eran gigantescos y musculosos peones. Los
salarios de la empresa eran miserables y no se pedían antecedentes a los que querían trabajar
en los trenes lastreros. Mi padre era el conductor del tren. Se había acostumbrado a mandar
y a obedecer. A veces me llevaba con él. Picábamos piedra en Boroa, corazón silvestre de la
frontera, escenario de los terribles combates entre españoles y araucanos.
La naturaleza allí me daba una especie de embriaguez. Me atraían los pájaros, los escarabajos,
los huevos de perdiz. Era milagroso encontrarlos en las quebradas, empavonados, oscuros y
relucientes, con un color parecido al del cañón de una escopeta. Me asombraba la perfección de
los insectos. Recogía las "madres de la culebra". Con este nombre extravagante se designaba
al mayor coleóptero, negro, bruñido y fuerte, el titán de los insectos de Chile. Estremece verlo
de pronto en los troncos de los maquis y de los manzanos silvestres, de los copihues, pero yo
sabía que era tan fuerte que podía pararme con mis pies sobre él y no se rompería. Con su gran
dureza defensiva no necesitaba veneno.
Fuente: Neruda, 2005
171