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B
loque
II
Problematizas confictos de
la práctica médica y la bioética
Hasta la década del 50 la muerte se defnía médicamente mediante el paro
cardiorrespiratorio. Sin embargo, los desarrollos tecnológicos permitieron mantener
signos vitales en pacientes en estado vegetativo. Esto es, la oxigenación pulmonar,
el latido cardíaco y la presión arterial, de tal modo que se tuvo que replantear la
manera de diagnosticar la muerte. De acuerdo con el autor, en 1981, la Comisión
Presidencial para el Estudio de los Problemas Éticos en Medicina, de los Estados
Unidos de Norteamérica, discutieron y llegaron al siguiente consenso:
Otro de los problemas en este tema es la disponibilidad del cadáver. ¿La persona
de la que se van a extraer los órganos estaba de acuerdo en esta práctica antes de
morir? ¿Tomó la decisión de manera autónoma? En algunos países como Argentina
o España, si una persona no declaró formalmente que cuando muriera no le fueran
extraídos los órganos, automáticamente se convierte en donador. Pero en estos
casos, ¿qué hay del respeto a las creencias de las personas que para ese momento
son cadáveres? Esto es, si el familiar que se ha comentado, creía que sus restos
corporales deberían ser sepultados tal como quedó su cadáver para cumplir con su
culto, ¿es ético, por el bien común de los enfermos, no respetar las creencias del
difunto para salvar otras vidas?
Para pensar bajo qué condiciones se puede considerar moralmente correcto extraer
órganos para trasplantarlos, revisaremos los Principios Rectores de la Organización
Mundial de la Salud, tomados del Documento de Aguascalientes. Este documento
fue el resultado del Primer Foro Latinoamericano de Bioética en Trasplante, realizado
en la ciudad de Aguascalientes, en el año 2010.
Los órganos de personas fallecidas pueden ser retirados con el propósito de
trasplante si:
a) Se obtiene cualquier consentimiento requerido por la ley; y
b) No hay ninguna razón para creer que la persona fallecida se opuso a tal retiro,
en la ausencia de cualquier consentimiento formal expresado durante toda la vida
de la persona.
“Está muerto un ser humano al que ha sobrevenido,
bien una interrupción irreversible de las funciones
respiratorias y circulatorias, bien una interrupción
irreversible de las funciones cerebrales, incluyendo
las del tronco cerebral”. (Martínez y Martínez, 1994).
De esta forma se llegó a la idea de que la muerte
se puede determinar por criterios estrictamente
neurológicos.
Esta posibilidad aclara una situación que generaba
problemas legales: aunque exista “vida aparente”,
debido a la aplicación de métodos y tratamientos
extraordinarios,
hay
“muerte
real”
si
no
hay
controversial sobre las funciones cerebrales.
Principio 1
Según la Cruz Roja Mexicana,
por paro cardíaco se pueden do
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nar tejidos como: hueso, piel, cór
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neas, tendones, válvulas cardia
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cas, cartílago y vasos sanguíneos
arteriales y venosos.
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