Revisas las categorías teórico - metodológicas para
el estudio de la Historia
Actividad de aprendizaje 2
Lee el siguiente fragmento de
Historia verdadera de la Conquista de la Nueva
España
, de Bernal Díaz del Castillo.
Del grande y solemne recibimiento que nos hizo el gran Moctezuma
...
Desde que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué decir, o si era verdad lo
que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en
la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchos
puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de Méjico; y nosotros
aun no llegábamos a cuatrocientos soldados, y teníamos muy bien en la memoria las
pláticas y avisos que nos dijeron los de Huexocingo, Tlascala y Tamanalco, y con otros
muchos avisos que nos habían dado para que nos guardásemos de entrar en Méjico,
que nos habían de matar desde que dentro nos tuviesen. Miren los curiosos lectores si
esto que escribo si había bien que ponderar en ello.
Ya que llegábamos cerca de Méjico, adonde estaban otras torrecillas, se apeó el gran
Montezuma de las andas, y traíanles del brazo aquellos grandes caciques, debajo de
un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de
oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchihuís, que colgaban de unas como
bordaduras, que hubo mucho que mirar en aquello.
El gran Montezuma venía muy ricamente ataviado, según su usanza, y traía calzados
unas como cotaras, que así se dice lo que se calzan, las suelas de oro, y muy preciada
pedrería por encima de ellas.
Venían, sin aquellos cuatro señores, otros cuatro grandes caciques que traían el palio
sobre sus cabezas, y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma
barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas porque no pisase la
tierra. Todos estos señores ni por pensamiento le miraban en la cara, sino los ojos bajos
y con mucho acato, excepto aquellos cuatro deudos y sobrinos suyos que lo llevaban
del brazo.
Como Cortés vio y entendió y le dijeron que venía el gran Montezuma, se apeó del
caballo, y desde que llegó cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos.
Montezuma le dio el bien venido, y nuestro Cortés le respondió con doña Marina que
él fuese muy bien estado. Paréceme que Cortés, con la lengua doña Marina, que iba
junto a él, le daba la mano derecha, y Montezuma no la quiso y se la dio él a Cortés.
Entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya
he dicho que se dicen margaritas, que tienen dentro de sí muchas labores y diversidad
de colores, y venía ensartado en unos cordones de oro con almizcle porque diesen buen
olor, y se lo echó al cuello al gran Montezuma, y cuando se lo puso le iba a abrazar, y
aquellos grandes señores que iban con Montezuma detuvieron el brazo a Cortés que
no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio.
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