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De inmediato el canario empezó a
cantar y se fue muy contento. Después
pasó el gorrión. Luego la golondrina y el
jilguero. Así siguieron pasando uno por
uno. Pero resulta que el cenzontle, que
era muy distraído, se había olvidado de
que tenía que ir con el Gran Señor del
Monte. Andaba por ahí, entre los árboles,
buscando qué comer.