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En el camino se cruzó con los otros pájaros
que ya venían de regreso y todos los que
encontraba ya venían presumiendo su voz.
Era muy tarde cuando llegó al lugar donde
estaba el Gran Señor del Monte. Es más,
el Señor ya se iba.
—¡Señor, Señor! ¡No te vayas! ¿Y yo cómo
voy a cantar? —gritó el cenzontle.