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B I
En México, a menos de ser indio o de usar calzón corto,
nadie viaja a pie […] un caballo de aspecto pasadero […]
no cuesta arriba de quince pesos […] se necesita ser muy
miserable o muy flósoFo para usar las propias piernas […]
no se pasa en México por un verdadero hombre sino a
condición de tener caballo.
±uente: Lucien Biart, tomado de Laura Solares Robles,
Bandidos
somos y en el camino andamos
, México, Instituto Michoacano de
Cultura-Instituto Mora, 1999, p. 71. Testimonio de 1832.
A continuación te presentamos dos fragmentos de testimonios
de la época en los que se describe cÓmo se transportaba la gente,
los riesgos que corría y las incomodidades que sufría en la primera
mitad del siglo xIX.
Rodó por fn la diligencia, estremeciéndose a través de las
calles; ya encarrerada traspuso la Alameda, y el traqueteo
Fue […] acomodando a cada quien en su lugar, y con ello
[…] comenzamos a sentirnos más holgados […] el cami-
no carretero que conduce al Desierto […] es pésimo y las
mulas apenas podían con el cargado carruaje en las ás-
peras crestas de los cerros. Las rodadas nos lanzaban de
un lado para otro y las sacudidas eran espantosas, y nos
veíamos precisados en ocasiones a bajarnos […] El día y
la campiña eran hermosos; pero en un vehículo cerrado el
gozarles era cosa imposible, y más bien dimos las gracias
cuando las ruedas se atascaron en lo hondo de una roda-
da y tuvimos que apearnos y caminar por un buen rato.
±uente: Madame Calderón de la Barca,
La vida en México,
México,
Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1920, pp. 334-335. Testimonio de
1842.
PARA SABER MÁS
Pregunta a tu proFesor por
este libro de la Biblioteca
Escolar: Krystyna Magdalena
Libura
et al
.,
El diario de una
marquesa
, México,
SEP
-Ediciones Tecolote,
1994 (Libros del Rincón).
Con su lectura conocerás
acerca de los caminos y los
bandidos.