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Libro para el maestro
A N E X O 2
SEGISMUNDO:
Pues que ya vencer aguarda
mi valor grandes victorias,
hoy ha de ser la más alta
vencerme a mí. —Astolfo dé
la mano luego a Rosaura,
pues sabe que de su honor
es deuda y yo he de cobrarla.
ASTOLFO:
Aunque es verdad que la debo
obligaciones, repara
que ella no sabe quién es;
y es bajeza y es infamia
casarme yo con mujer…
CLOTALDO:
No prosigas, tente, aguarda;
porque Rosaura es tan noble
como tú, Astolfo, y mi espada
lo defenderá en el campo;
que es mi hija, y esto basta.
ASTOLFO:
¿Qué dices?
CLOTALDO:
Que yo hasta verla
casada, noble y honrada,
no la quise descubrir.
La historia desto es muy larga;
pero, en fin, es hija mía.
ASTOLFO:
Pues siendo así mi palabra
cumpliré.
SEGISMUNDO:
Pues, porque Estrella
no quede desconsolada,
viendo que príncipe pierde
de tanto valor y fama,
de mi propia mano yo
con esposo he de casarla
que en méritos y fortuna
si no le excede, le iguala.
Dame la mano.
ESTRELLA:
Yo gano
en merecer dicha tanta.
SEGISMUNDO:
A Clotaldo, que leal
sirvió a mi padre, le aguardan
mis brazos, con las mercedes
que él pidiere que le haga.
UN SOLDADO:
Si así a quien no te ha servido
honras ¿a mí, que fui causa
del alboroto del reino,
y de la torre en que estabas
te saqué, qué me darás?
SEGISMUNDO:
La torre; y porque no salgas
della nunca, hasta morir,
has de estar allí con guardas;
que el traidor no es menester
siendo la traición pasada.
BASILIO:
Tu ingenio a todos admira.
ASTOLFO:
¡Qué condición tan mudada!
ROSAURA:
¡Qué discreto y qué prudente!
SEGISMUNDO:
¿Qué os admira? ¿Qué os espanta,
si fue mi maestro un sueño,
y estoy temiendo en mis ansias
que he de despertar y hallarme
otra vez en mi cerrada
prisión? Y cuando no sea,
el soñarlo sólo basta;
pues así llegué a saber
que toda la dicha humana,
en fin, pasa como un sueño,
y quiero hoy aprovecharla
el tiempo que me durare:
pidiendo de nuestras faltas
perdón, pues de pechos nobles
es tan propio el perdonarlas.
FIN DE LA OBRA