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El final de esta
historia
Con esta secuencia se concluye el curso de Historia de México y durante las
siguientes cuatro sesiones te invitamos a que compartas con tus compañeros y
profesor lo que aprendiste.
SESIONES
145 Y 146
Aprender Historia, ¿para qué?
Ahora que finaliza este curso, ¿cuál sería tu conclusión acerca de la utilidad de estudiar
Historia?
Reflexiona sobre el tema, argumenta tu opinión y compártela.
1.
Escriban en su cuaderno algunas ideas de la utilidad de estudiar Historia. Pueden
partir, por ejemplo, de sus propias experiencias como estudiantes de esta materia: qué
les ha dejado, en qué situaciones han hecho uso del conocimiento histórico, qué y
cómo lo han utilizado.
Lean el siguiente texto.
¿A quién le interesa estudiar Historia?
Luego de una clase de historia, cuando se te han confundido fechas, lugares, personajes
y costumbres, habrás pensado para qué te interesa saber lo que pasó hace tantos años.
Igual cuando chichimecas, toltecas, xochimilcas, olmecas, mayas, aztecas y teotihuaca-
nos mezclan en tu cabeza y ya no entiendes nada de nada. ¿Quiénes fueron primero?
¿Quiénes después? ¿Cuáles fueron conquistadores y cuáles conquistados? ¿Dónde vivía
cada grupo? ¿Quién era amigo de quién? Claro: además está esa representación —falsa,
por cierto— de que los historiadores son hombres, cercanos a la ancianidad, con lentes
pequeños para vista cansada, calvos, con barba, aburridos hasta morir y prácticamente
sepultados en libros y polvo de los rincones más oscuros y abandonados de una biblio-
teca. Personajes empeñados en vivir en el pasado, y en seguir coleccionando fechas
para atormentar a los pobres estudiantes. Pues déjanos decirte que no hay nada tan
alejado de la realidad como esa imagen. Entre los historiadores hay de todo, como en
las boticas de antes. Hombres y mujeres, jóvenes y quienes no lo son tanto, aburridos y
divertidos, con buena vista y los que usan anteojos, altos y bajos, barbudos y lampiños,
elegantes y desaliñados. Tal vez el único rasgo común en todo historiador o historiado-
ra es la curiosidad y, aunque parezca increíble, el espíritu de aventura. ¿Curiosidad y
aventura? Sí, las dos cosas. Curiosidad porque la historia es algo que no termina, nunca
se llega a saber todo y, por lo tanto, hay que seguir buscando. De hecho entre más
oculta está la información y más cosas se ignoran, tanto mayor es el empeño del
historiador por tratar de desentrañar los misterios escondidos; es lo más parecido a un
investigador privado, pero con la diferencia de que el reto es mayor: hay menos pistas y
menos testigos. Aventureros y aventureras también. Hay películas en las que el héroe
tiene que viajar por entre las raíces de los manglares que sobresalen de un pantano
infestado de serpientes, lagartos y demás alimañas. Los que construyen la Historia
tienen que sumergirse entre documentos, buscar archivos, notas, monumentos, vesti-
gios, cavernas, montañas, hurgar en la maleza, excavar, y a veces también cruzar por el
mismo pantano, pero sin cocodrilos o víboras de utilería. Para el historiador que hace