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Por eso, un día fue adonde la niña y le preguntó:
—Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó:
—Ah, debe ser que de chiquita me cayó encima un frasco
de tinta negra.
El conejo fue a buscar un frasco de
tinta negra. Se lo echó encima y se
puso negro y muy contento. Pero
cayó un aguacero que le lavó toda
la negrura y el conejo quedó blanco
otra vez.