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Entonces regresó adonde la niña y le preguntó:
—Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto
para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó:
—Ah, debe ser que de chiquita tomé mucho café negro.
El conejo fue a su casa. Tomó tanto café que
perdió el sueño y pasó toda la noche haciendo
pipí. Pero no se puso nada negro.