entonces no habrá duda que es usted el rey de todos
los que vivimos en el bosque.
El cuervo, muy contento de oír esas alabanzas, y con
muchas ganas de ser el rey del bosque, quiso
demostrarle a la zorra lo hermoso de su canto.
―¡Crrac!
La zorra se tapó las orejas, pero abrió bien el
hocico para atrapar el queso que el cuervo dejó caer
al abrir el pico. Lo atrapó, lo masticó despacio, lo
saboreó, se lo tragó, y le dijo al cuervo:
―MuchÍsimas gracias, señor cuervo. ¡Qué sabroso
desayuno!
La zorra se fue, relamiéndose los bigotes, y el
cuervo se quedó muy pensativo.
La Fontaine
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