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Otras actividades que propiciaban regocijo y encuentro entre la sociedad
eran las fiestas patronales del barrio o del pueblo, como las de los
Chayacates de Ixtlahuacán en enero, las fiestas charro-taurinas de febrero
en Villa de Álvarez, las de san Francisco en octubre y las guadalupanas
de diciembre, o las fiestas cívicas de la Independencia en septiembre. En
todas ellas había música y se quemaban “castillos” y “toritos”. Las peleas
de gallos, la lotería y los juegos de baraja eran otras diversiones que se
disfrutaban durante estos festejos.
Las bodas y los bautizos eran otras ocasiones en las que se rompía
con la monotonía, ya que las fiestas familiares eran muy coloridas y se
celebraban con comida, bebidas y música de mariachi.
La mayoría de la población colimense vivió en la pobreza. Sólo unos
cuantos disfrutaron de riqueza y poder, pero todos pudieron vivir con
relativa tranquilidad y sin hambrunas. Ello, en parte, se debió a que las
tierras del valle de Colima y las llanuras costeras de Tecomán y Manzanillo
son propicias para la agricultura y la ganadería. Así, con su esfuerzo
constante nuestros antepasados obtenían buenas cosechas de granos y
frutas, además lograban buenas crías de ganado durante todo el año.
Por las noches, antes de dormir, grandes y chicos se reunían alrededor de
la mesa para contar sucesos y anécdotas.
Aprende haciendo
En la sección
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
de tu cuaderno elabora una
historieta en la que narres cómo es un día en la vida de tu familia.
Reflexiona
En grupo, comenten las semejanzas y las diferencias entre nuestra vida y
la de nuestros antepasados, a partir de las siguientes preguntas. Escribe
tus respuestas en la sección
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
de tu
cuaderno.
¿Nos vestimos igual que ellos?
¿Nuestras casas son iguales?
¿Cómo nos divertimos ahora?
Comenta tus respuestas con un compañero.
Las fértiles llanuras costeras
de los municipios de Tecomán,
Armería y Manzanillo han
producido, desde hace siglos,
grandes cantidades de coco.
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