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Entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México.
Vicente Guerrero y Agustín Iturbide en el
Abrazo de Acatempan.
Agustín de Iturbide (1783-1824).
En 1817, luego de siete años de lucha, las condiciones del campo y de la
economía eran pésimas. La producción agrícola e industrial se había
detenido y la inseguridad imperaba en los caminos y los alrededores
de la ciudad de México, donde aún quedaban algunas bandas de
insurgentes que actuaban como simples asaltantes de caminos, ya
que el movimiento se hallaba sin dirigentes.
Las condiciones de vida en la ciudad de México y sus alrededores
eran difíciles, sobre todo por la inseguridad. El Ejército Realista
se convertía a veces en un cuerpo de seguridad privada que
vigilaba los cargamentos comerciales impidiendo que las bandas de
rebeldes los asaltaran. Eso sucedía en pueblos alrededor de la ciudad,
como la Villa de Guadalupe o Azcapotzalco.
Hacia 1820, gran parte del Ejército Realista
estaba descontento por no haber recibido
reconocimiento por parte de la Corona, que
mandó regimientos de peninsulares para
sustituir en sus funciones a las tropas americanas
que estaban compuestas, principalmente, por
criollos fieles a España.
Tanto las tropas realistas como las insurgentes
se hallaban agotadas luego de 10 años de
lucha. A inicios de 1821, Agustín de Iturbide, un
importante oficial criollo del Ejército Realista,
pactó el fin de la guerra con el jefe insurgente
más importante, Vicente Guerrero, en un episodio
conocido como “Abrazo de Acatempan”.
Sin embargo, el jefe militar Francisco
Novella aún se mantenía firme
y tenía un ejército español en la
ciudad de México, pero en agosto de
1821, Juan O’Donojú, el último virrey
de Nueva España, lo convenció para
que bajara las armas y así, el 27 de
septiembre de 1821, Agustín de
Iturbide, al mando de un ejército
que reunía insurgentes y realistas,
entró triunfante a la ciudad de
México, dando por terminado el
movimiento de Independencia.