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En esa época, el gobierno tuvo mucho control sobre el Distrito Federal: se hacía cargo de sus
finanzas y de actividades como administrar escuelas y construir banquetas y parques, es decir, el
Distrito Federal dependía de las decisiones del gobierno federal. Con los miles de kilómetros de
vías de tren que se construyeron, la entidad estuvo cada vez mejor comunicada con las ciudades
y puertos más importantes del país.
El problema del agua
Desde el siglo
XVI
se han
construido desagües para evitar
que la ciudad se inunde en
época de lluvias. Esta labor se
continuó en el siglo
XIX
, hasta
que en 1900 se encendieron las
bombas de Chapultepec, con las
que se empezó a vaciar el lago
de Texcoco. Las inundaciones
se detuvieron, pero aparecieron
dos nuevos problemas: la
ciudad comenzó a hundirse y las
tormentas de polvo se hicieron
muy frecuentes.
Durante el Porfiriato, mucha del agua que se consumía en el Distrito Federal provenía de los ríos
que bajaban de Cuajimalpa y Santa Fe, así como de los manantiales de Chapultepec. El agua era
traída por acueductos hacia fuentes situadas en algunas avenidas y plazas, como la de Salto del
Agua que existe desde el Virreinato. La gente se surtía de agua para satisfacer sus necesidades
de consumo y limpieza. También había aguadores dedicados a venderla como hoy se hace con
garrafones.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, la cantidad de agua
que necesitaba la ciudad aumentó tanto que fue necesario
construir nuevos acueductos para traerla de lugares más
lejanos. Se construyeron dos acueductos: el de Guadalupe
y el de Xochimilco; además, el gobierno mexicano aceptó
que un empresario llamado Íñigo Noriega secara el lago
de Chalco para que la tierra se usara para la agricultura.
Lo mismo se quería hacer con el de Texcoco, pero no fue
posible por la gran cantidad de agua que tenía.
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Fuente de Salto del Agua a mediados del siglo
XIX
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Las filas para conseguir agua no son tan nuevas como
podría creerse. Desde el siglo
XVI
,
abastecer a toda la
población ha sido un problema constante.