Realizas acciones morales que promueven
el desarrollo individual y de la comunidad
Son visitados por asistentes sociales, que les proveen alimentos y les brindan servicios
sanitarios. En una de esas incursiones, vieron a Julián, un niño de tres años, con poca
salud. “Cuando nuestra medicina no sirve, pedimos a los Yuruá” (palabra Mbya con que
designan a los blancos), contó a Página/12 Benítez (el cacique de la comunidad, su nombre
espiritual es Everá, “el elegido por Dios”).
Julián fue junto a Crispín Acuña, su papá de 20
años de edad, y Leonarda, la mamá de 17 años, al hospital de El Soberbio. Tras dos días de
internación, los padres se volvieron con el chico al paraje, convencidos de que la medicina
de guardapolvo no funcionaba en este caso. En ese centro de salud dieron cuenta a la
Justicia de que los aborígenes rechazaban el tratamiento. Tomó intervención la jueza Julia
Alegre, quien, a los pocos días, envió un patrullero a Pindó Poty, a buscarlos. Los llevaron al
hospital de Posadas. Tras su internación en el hospital Provincial de Pediatría, de dicho lugar,
fue derivado con un cuadro de cardiopatía congénita, al hospital de Niños Ricardo Gutiérrez
de Buenos Aires, los médicos del Gutiérrez le detectaron un tumor cardíaco agravado por
una inFamación. En el Gutiérrez, a Julián se le realizó una biopsia que fue efectuada con
elementos de alta complejidad, pero a pesar de ello no permitió tener un
diagnóstico, indicó
el director del hospital, Carlos Cánepa. Según el mismo, para saber si el tumor es benigno o
maligno se le debía practicar una cirugía a cielo abierto. Es una intervención de alto riesgo,
y de alta escuela, que implica parar el corazón entre otras maniobras. No podían asegurar
a Crispín y a Leonarda que el chico saldría del quirófano con vida.
Cánepa y sus colaboradores repitieron que “era un desafío” a su ciencia. “Si el chico
vive y se cura, digo que es válida. Si muere, digo que fue por la enfermedad”, a rmó el
director. “Es mi creencia”, agregó. (Acuña, 2005) Ante este panorama, los padres y toda
la comunidad Mbya, se han negado rotundamente a dicha operación, ya que el cacique
Everá ha dicho que Dios le ha mostrado en sueño que si el niño era operado no saldría
con vida. Han pedido retirarlo al niño e intentar curarlo mediante la medicina de su pueblo,
es decir, mediante sus danzas y oraciones. Han exigido que se los deje llevar al niño
ya que en ese lugar las buenas energías se desvanecían. La asamblea del Consejo de
Ancianos y Guías Espirituales sostuvo que son un pueblo con derechos. Sostuvieron que
“siempre han deseado que sea como hace su Mburuvicha (el gobernador Carlos) Rovira,
que nos pregunta qué queremos. Así queremos que todos los Yuruá pregunten a nosotros
cuando tiene que ver con nuestra gente”. Un decreto rmado por Rovira en 2003 legaliza
esta postura. El texto, que “reconoce al Consejo de Ancianos y Guías Espirituales de la
Nación Mbya Guaraní”, establece que “los Gobiernos deberán consultar a los Pueblos
Originarios sobre todo procedimiento susceptible de afectarlos directamente”, de acuerdo
con tratados internacionales. (Ochoa, 2005) El equipo médico del Gutiérrez ha evaluado
esta problemática y sostuvo que si Julián regresaba a Pindó Poty sin pasar por el quirófano
moriría irremediablemente. Ante dicho dilema se ha recurrido al Comité de Bioética del
Gutiérrez conformado por religiosos, antropólogos y cientí cos. De esta manera se ha
iniciado esta dramática situación para el niño Julián y todo un dilema para la medicina y la
justicia.
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