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B
loque
I
Identifcas la Filoso ía como disciplina global
Tenochtitlán (hoy Ciudad de México). 1401 d.C.
(año 13 calli).
Como niños de ocho años que son, Itzcóatl y Ahuizótl han pasado la mayor parte
de los últimos días arrodillados,
orando, pidiendo perdón a los dioses
por sus
travesuras.
Habitualmente, tras recibir instrucción para convertirse algún día en
orfebres
,
de acuerdo con la tradición de sus familias,
corren risueños por el mercado, a la
sombra de los imponentes templos donde se puede visitar a los dioses. O retozan
bruscamente en un matorral, simulando luchas espectaculares y heroicas, como las
que protagonizan los
ocelopipiltin
y
cuauhpipiltin
que ellos quisieran llegar a ser
algún día. De hecho, a Itzcóatl un
teopixque
le
profetizó que, dado el día en
que
había nacido, era posible que llegara a serlo.
Saben que durante esas horas pueden hacer lo que quieran, excepto mentir o
faltarle el respeto a un adulto. A veces hasta
tienen tiempo suFciente para ir a cazar
ranas y serpientes a alguna
chinampa
cercana. Por cierto, hoy vienen de regreso
de la chinampa, y traen envueltos en una manta muchos pequeños animales recién
capturados.
Pero en contraste con lo que ocurre normalmente, la cacería no transcurrió en medio
de bromas y risas, sino con la mayor seriedad. Se acercan con su botín al espacio
frente al templo en el que ya se prepara la ceremonia. En sus rostros y los de todos
con quienes se encuentran hay preocupación. Están conscientes de
que pueden
ser sus últimos días. Como siempre se ha sabido, cada 52 años el sol envejece;
si no logra renovar sus fuerzas, es posible que una mañana no logre vencer a los
demonios de la oscuridad con los que lucha todas las noches, y no se eleve en el
cielo para proporcionar a todo lo que vive la luz y el calor necesarios. Por supuesto,
si algo así pasara toda la vida desaparecería. En unos días, el plazo de los 52 años
se cumplirá
Por ello, todos están preocupados, y dispuestos a hacer todo lo que
sea necesario
para ayudar al sol a renovarse.