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La ratita presumida
Érase una vez una ratita muy coqueta que un día se encontró
una moneda de oro.
—¡Qué suerte la mía! ¿En qué me gastaré la moneda? La
gastaré, la gastaré.
.. ¡en caramelos! No, no porque dañarán mis
dientes. La gastaré, la gastaré.
.. ¡en bizcochos! No, no porque
me dará dolor de panza. La gastaré, la gastaré.
.. Ya sé, la
gastaré ¡en un hermoso lazo rojo!
Con su moneda de oro la ratita se fue a comprar el lazo rojo y
luego, sintiéndose muy guapa, se sentó delante de su casa, para
que la gente la mirara.
Pronto se corrió la voz de que la ratita estaba muy hermosa y
todos los animales solteros del pueblo se acercaron a la casa de
la ratita, proponiéndole casamiento.
El primero que se acercó a la ratita fue el gallo. Vestido de
traje, luciendo una enorme cresta roja, dijo:
—Ratita, ratita, ¿te quieres casar
conmigo?
La ratita le preguntó:
—¿Y qué me dirás por las
noches?
—Ki ki ri kiiii —contestó el
gallo con su imponente voz.
Y la ratita dijo:
—No, no, que me asustarás.
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