SECUENCIA 7
142
Mito
Manos a la obra
Para leer
Los siguientes textos son un mito quiché y un artículo de divulgación científica.
1.
Antes de leerlos, el grupo se divide en dos equipos: el equipo A lee el
mito
y el equipo
B lee el artículo de divulgación.
S
ESIÓN
1
SESIÓN 2
Conexión con
Ciencias
Secuencia 7:
¿Por qué las diferencias?
Secuencia 8:
¿Quién fue el "abuelo"
del caballo?
Fue aquél un tiempo en el que todo estaba en calma
y silencio, en el que no existía movimiento, en el que
la inmensidad del firmamento estaba vacía. No había
hombres ni animales. No había pájaros, ni peces, ni
cangrejos, ni árboles, ni piedras, ni cavernas, ni caña-
das, ni hierba. Sólo existían el cielo inmenso y el mar
tranquilo. No había tierra, nada que se moviera o
que hiciese ruido, nada que sobresaliese rompiendo
la línea del horizonte entre el cielo y el agua.
La noche estaba siempre sobre la superficie del
mar, pero en sus profundidades vivían Tepeu, el Crea-
dor, y Gucumaz, el Hacedor de Formas. Como dioses,
se dedicaban a meditar sobre los misterios de la vida,
y a charlar sobre el Corazón del Cielo, que era un gran
dios compuesto por tres deidades: Caculhá Huracán
(el Relámpago), Chipi Caculhá (el Rayo) y Raxa Ca-
culhá (el Trueno). Y así siguieron conversando y die-
ron en hablar de la luz y de la vida, y decidieron con-
vertir la oscuridad de la noche en luz del día, para que
el mundo conociera la luz.
—Hágase la luz —dijeron—. Que el día resplandez-
ca sobre el mar y sobre las tierras que vamos a crear. Y
que sea el hombre la primera gloria de la tierra.
Todo sucedió como ellos
habían ordenado. Los mares
encontraron sus nuevos lí-
mites, y las montañas emer-
gieron de entre las aguas,
conformando tierras secas. Con las montañas apare-
cieron los cipreses y los pinos, a la vez que los ríos des-
cendían de las zonas rocosas hasta las planicies. Todo
aquello fue obra del Creador y del Hacedor de Formas,
con la ayuda de las tres divinidades que formaban el
Corazón del Cielo. Una vez creados los árboles y las
montañas, los dioses hicieron los pequeños animales
de los bosques, los guardianes de la vegetación y los
espíritus de las montañas: ciervos, jaguares, hienas,
pájaros y serpientes. El Creador y el Hacedor de For-
mas dieron a cada animal un lugar en el que vivir. Así
pues, el ciervo se fue a las proximidades de los ríos, los
felinos marcharon a lo más espeso del bosque, los pá-
jaros treparon a los árboles y las serpientes a las colinas
rocosas.
—Ahora, pronunciad nuestros nombres —dijeron
el Creador y el Hacedor de Formas, y también los tres
dioses del Corazón del Cielo—. Nuestra gloria no será
completa mientras haya un solo ser que no sepa adorar-
nos. Pero los animales no pudieron satisfacer el deseo
de los dioses: todo lo que sabían hacer era chillar, aullar,
rugir, ladrar o emitir cualquier otro sonido, de acuerdo
con la naturaleza de cada uno.
—Es inútil —dijeron los dioses— si estos animales
no saben siquiera pronunciar nuestros nombres, ¿cómo
van a ser capaces de adorarnos? En consecuencia, los
dioses hicieron un hombre con barro extraído del fon-
do de los mares, pero no quedaron satisfechos. Su cuer-
quiché:
grupo indígena
de Guatemala, descen-
dientes de los mayas.
2.
Al leer, busquen las respuestas a estas preguntas:
a) ¿Cómo surgieron los seres humanos?
b) ¿Hace cuánto tiempo surgieron los primeros humanos?
c) ¿En dónde aparecieron los primeros hombres y mujeres?
3.
Después de leer, cuenten al grupo de qué trató el texto que leyeron y expon-
gan las respuestas que encontraron a las preguntas anteriores.
El origen de los primeros seres
R
ELATO
TRADICIONAL
Q
UICHÉ