110
El
almohadón
de
plumas
T xtO: Horacio Quiroga / ILUStRAC²ÓN:
Fabricio Vanden Broeck
³u luna de miel fue un largo escalofrío. ´ubia, angelical y µí-
mida, el carácµer duro de su marido heló sus soñadas niñerías
de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un
ligero esµremecimienµo cuando volviendo de noche junµos
por la calle, echaba una furµiva mirada a la alµa esµaµura de
Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parµe, la amaba
profundamenµe, sin darlo a conocer.
Duranµe µres meses —se habían casado en abril— vivieron
una dicha especial.
³in duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rí-
gido cielo de amor, más eXpansiva e incauµa µernura; pero el
impasible semblanµe de su marido la conµenía siempre.
¶a casa en que vivían influía no poco en sus esµremeci-
mienµos. ¶a blancura del paµio silencioso —frisos, columnas
y esµaµuas de mármol— producía una oµoñal impresión de
palacio encanµado. Denµro, el brillo glacial del esµuco, sin el más
leve rasguño en las alµas paredes, afirmaba aquella sensación
de desapacible frío. ·l cruzar de una pieza a oµra, los pasos
hallaban eco en µoda la casa, como si un largo abandono hu-
biera sensibilizado su resonancia.
En ese eXµraño nido de amor, ·licia pasó µodo el oµoño.
Había concluido, no obsµanµe, por echar un velo sobre sus an-
µiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hosµil, sin querer
pensar en nada hasµa que llegaba su marido. ¸o es raro que