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Relata que un operario que no acabó a tiempo su trabajo
recibió una andanada de golpes con la plana del machete:
El escritor Luis Rosado Vega publicó la novela histórica y
costumbrista
Claudio Martín. Vida de un chiclero.
Este libro
narra las vivencias de los chicleros en las etapas anterior
y posterior a la Revolución Mexicana, hechos que se
desarrollan en Payo Obispo y el monte que lo rodeaba. En
sus páginas podemos enterarnos de cómo se desenvolvía la
vida cotidiana en el ambiente de la actividad forestal.
Sin embargo, la herencia cultural que nos brindó el
periodo de la Revolución Mexicana no quedó plasmada
en edificios o monumentos, más bien se reflejó en
la identidad de los habitantes que se dedicaban a la
extracción de la resina del chicozapote, al grado que
nuestro estado era conocido como la
tierra del chicle
.
Muchos chicleros venían de diferentes estados de la
república mexicana y de Belice, y al internarse en la selva
por largos periodos entraban en contacto cultural con los
mayas, de quienes aprendieron a sortear los peligros del
monte. En muchas ocasiones los métodos tradicionales de
cacería ayudaron a proporcionar carne fresca de diferentes
especies a los trabajadores.
La medicina natural de los nativos salvó muchas orejas
atacadas por la picadura de la mosca chiclera, cuyos efectos
se manifestaban en una úlcera difícil de curar. Muchos
chicleros mestizos también compartían el temor hacia
las criaturas fantásticas creadas por los mayas. Algunos
aseguraban haber visto las huellas del
sisimite
, un
monstruo enorme y peludo que deambulaba por la selva,
difícil de rastrear debido a que tenía los pies al revés.
El terror que sentían los empujaba a espantarlo con la
magia del
hmen
(curandero maya). Lo mismo sucedía con
los traviesos
aluxes
, diminutas criaturas que durante la
noche buscaban comida entre los campamentos chicleros.
¡Pobre víctima…! Sin fuerzas ya; espumante la boca; como bestia acosada, sin
conservar otra cosa de humano, como no fuera su desgracia. Apenas si hablaba,
y, en caso de hacerlo, era para […] vomitar un haz de desvergüenzas al que en ese
momento le azotaba.
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Maqueta de Payo Obispo (Chetumal).
Juguetes artesanales.
Jícaras mayas.
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Marcelino Dávalos,
Carne de cañón
, México, 1916.