B
loque
II
Problematizas confictos de
la práctica médica y la bioética
Podemos entonces pasar a ofrecer razones de corte utilitarista para Fnalizar nues
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tra justiFcación. Y aquí surge el problema, porque el ciego moral, el insensible al
dolor, etc., puede cuestionar nuestros datos. ¿Quién dijo que es mayor el dolor que
el placer que causa nuestro trato de los animales? Quizá podamos ilustrar esto
mediante un cuadro:
Trato a los Animales
En contra
En contra
Podemos volvernos vegetarianos
Se funda en nuestro poder y control
Reducimos y alteramos la biodiversidad
Es excesivo frente a los beneFcios que
acarrea
A todos les gustan los hot-dogs
Todos quieren chamarras de cuero
El comercio se vendría abajo
La medicina no se habría desarrollado
como lo ha hecho
Así pues, el problema con los animales es que no tenemos principios éticos abso-
lutamente obvios o transparentes, incuestionables o tautológicos, salvo si introdu-
cimos adverbios. Por ejemplo, aFrmar que los animales sufren no es hacer ninguna
aFrmación particularmente contundente, pero sostener que a los animales se les
hace sufrir innecesariamente, eso es diferente. Mucho, por lo tanto, depende de la
presentación que hagamos del caso.
Estamos, pues, en lo que parecería ser un callejón sin salida, un empaque: para
cada intuición en favor de que se modiFque seriamente el trato a los animales hay
la intuición contraria y frente a la argumentación de corte utilitarista mediante la
cual se enfatiza el dolor, las inconveniencias, etc., de la actitud y conducta preva-
lecientes, tenemos otra, contraria e igualmente poderosa. Así puestas las cosas,
por consiguiente, no parece haber mayores razones para apoyar racionalmente un
cambio en el
status quo
en relación con los animales. Así, pues, lo que tenemos
que preguntarnos es si no hay una forma de resolver el con icto. Mi respuesta es
que sí, es decir, pienso que podemos desarrollar una línea de pensamiento que
permite superar este empate técnico referente a intuiciones y argumentaciones
(los hechos son, obviamente, los mismos para todos), si bien no estoy seguro
de que sea contundente y deFnitiva. La idea es la siguiente: dada nuestra forma
normal
de describir los hechos, encontramos que los animales son sujetos de
actitudes éticas.
En efecto, predicamos de muchos de ellos lo mismo o casi exactamente lo mismo
que predicamos de los humanos. Por ejemplo, decimos que la quemadura hizo
relinchar de dolor al caballo, que la lanza traspasó al león y lo hizo morir en convul-
siones, que la jeringa penetró hasta el fondo del ojo del ratón y éste se estremeció
por el piquete, y así sucesivamente. El punto que se enfatiza es que no hay un cor-
te radical entre nuestras predicaciones o atribuciones de dolor a los humanos, por
una parte, y a los animales. Las similitudes son demasiado grandes: los animales
también tienen progenitores, deFenden a su retoños, los alimentan, etc., al modo
como en su propia forma lo hacen los humanos.
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