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III
ESPAÑOL
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do, el hielo en el invierno lo decora. Pero el otro está
vivo. En 1912 nos cubrió de cenizas y los viejos recuer-
dan con pavor esta leve experiencia
pompeyana
: se
hizo la noche en pleno día y todos creyeron en el Juicio
Final. Para no ir más lejos, el año pasado estuvimos
asustados con brotes de lava, rugidos y fumarolas.
Atraídos por el fenómeno, los geólogos vinieron a sa-
ludarnos, nos tomaron la temperatura y el pulso, les
invitamos una copa de ponche de granada y nos tran-
quilizaron en plan científico: esta bomba que tenemos
bajo la almohada puede estallar tal vez hoy en la noche
o un día cualquiera dentro de los próximos diez mil
años.
Yo soy el cuarto hijo de unos padres que tuvieron
catorce y que viven todavía para contarlo, gracias a
Dios. Como ustedes ven, no soy un niño consentido.
Arreolas y Zúñigas disputan en mi alma como perros
su antigua querella doméstica de incrédulos y devotos.
Unos y otros parecen unirse allá muy lejos en común
origen
vascongado
. Pero mestizos a buena hora, en
sus venas circulan sin discordia las sangres que hicie-
ron a México, junto con la de una monja francesa que
les entró quién sabe por dónde. […] Procedo en línea
recta de dos antiquísimos
linajes
: soy herrero por
parte de madre y carpintero a título paterno. De allí
mi pasión artesanal por el lenguaje.
Nací en el año de 1918, en el estrago de la
gripa
española
, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifige-
nia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes,
vacas, burros y caballos. Di los primeros pasos seguido
precisamente por un borrego negro que se salió del
corral. Tal es el antecedente de la angustia duradera
que da color a mi vida, que concreta en mí el aura neu-
rótica que envuelve a toda la familia y que por fortuna
o desgracia no ha llegado a resolverse nunca en la epi-
lepsia o la locura. Todavía este mal borrego negro me
persigue y siento que mis pasos tiemblan como los del
troglodita
perseguido por una bestia mitológica.
Como casi todos los niños, yo también fui a la es-
cuela. No pude seguir en ella por razones que sí vienen
al caso pero que no puedo contar: mi infancia trans-
currió en medio del caos provinciano de la
Revolu-
ción cristera
. Cerradas las iglesias y los colegios reli-
giosos, yo, sobrino de señores curas y de monjas
escondidas, no debía ingresar a las aulas oficiales
so
pena
de herejía. Mi padre, un hombre que siempre
sabe hallarle salida a los callejones que no la tienen, en
vez de enviarme a un seminario clandestino o a una
escuela del gobierno, me puso sencillamente a traba-
jar. Y así, a los doce años de edad entré como aprendiz
al taller de don José María Silva, maestro encuaderna-
dor, y luego a la im-
prenta
del
Chepo
Gutiérrez.
De
allí
nace el gran amor
que tengo a los libros
en
cuanto
objetos
manuales. El otro, el
amor a los textos, ha-
bía nacido antes por
obra de un maestro de
primaria a quien rindo
homenaje:
gracias
a
José
Ernesto
Aceves
supe que había poetas
en el mundo, además de
comerciantes, pequeños
industriales y agriculto-
res. Aquí debo una acla-
ración: mi padre, que
sabe de todo, le ha hecho al comercio, a la industria y
a la agricultura (siempre en pequeño) pero ha fracasa-
do en todo: tiene alma de poeta.
Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y en
Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt Whitman y
a los principales fun-
dadores de mi estilo:
Papini
y
Marcel
Schwob,
junto
con
medio
centener
de
otros nombres más o
menos ilustres… Y oía
canciones y los dichos
populares y me gusta-
ba mucho la conversa-
ción de la gente de
campo.
Desde 1930 hasta la
fecha he desempeñado más de veinte oficios y empleos
diferentes… He sido vendedor ambulante y periodis-
ta; mozo de cuerdas y cobrador de banco. Impresor,
comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.
Sería injusto si no mencionara aquí al hombre que
me cambió la vida. Louis Jouvet, a quien conocí a su
paso por Guadalajara, me llevó a París hace veinticin-
co años. Ese viaje es un sueño que en vano trataría de
revivir; pisé las tablas de la Comedia francesa: esclavo
desnudo en las galeras de Antonio y Cleopatra, bajo
las órdenes de Jean Louis Barrault y a los pies de Marie
Bell.
A mi vuelta de Francia, el Fondo de Cultura Eco-
nómica me acogió en su departamento técnico gracias
pompeyana:
de Pompeya:
ciudad de la antigua
Roma, destruida y ente-
rrada por la violenta
erupción de un volcán en
el año 79 d.C.
vascongado:
natural de los
países vascos, una región
de España.
linaje:
ascendencia o
descendencia de cualquier
familia.
gripa española:
epidemia
que mató a millones de
personas entre los años
de 1918 y 1919.
troglodita:
que habita en
las cavernas.
Revolución cristera:
conflicto armado entre el
gobierno y la iglesia que
tuvo lugar en México
entre los años de 1926 y
1929.
so pena:
ser acusado de…