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Leo y reflexiono
1.
En grupo, lean este mito que se cuenta entre los actuales
tarascos.
El mito de Tzintzin
La bella Tzintzin [sacerdotisa del sol] iba diariamente con su cántaro
vacío por agua a un manantial. Era tal su atractivo que los hombres
más guapos de la sierra querían conquistarla, pero sabían que
era imposible, ya que su corazón le pertenecía a un joven cazador
llamado Quanícoti.
Tzintzin y Quanícoti se veían todas las tardes en el camino al
manantial, en medio de flores y múltiples bellezas naturales. Allí se
decían cosas bonitas. Durante sus encuentros siempre había signos
favorables de la naturaleza, tales como la fragancia de las flores, el
colorido de las plantas y los animales que jugaban entre los árboles.
Pero el tiempo transcurría rápidamente sin que ellos notaran que el
sol iba desapareciendo del firmamento; continuamente se le hacía
tarde a Tzintzin, y sus padres la regañaban.
En uno de sus tantos encuentros de amor, los jóvenes no
percibieron el pasar del tiempo y cuando se dieron cuenta ya
estaban los últimos rayos de luz de la tarde. Tzintzin se angustió, ya
que no había ido por agua. Pidió de rodillas al sol que la ayudara a
encontrar agua en un lugar cercano, pues de lo contrario sus padres
se enojarían mucho.
Fue tan sincera la súplica de la buena joven, que inmediatamente 
apareció un colibrí entre las flores. Tzintzin sabía que era un signo
de los dioses, pues sus movimientos, su porte y su colorido eran
características únicas. A través de los últimos rayos del sol, pudo
ver que del plumaje del pájaro caían gotitas de agua que parecían
diamantes.
Entre las flores silvestres descubrió un pozo de agua de gran
profundidad. Llenó su cántaro y regresó a casa. Sus padres estaban
sorprendidos de ver la gran cantidad de agua que traía. Ellos
supusieron que Quanícoti le había ayudado a llenarlo, pero Tzintzin les
explicó que había descubierto una fuente de agua cerca
de un conocido camino que la gente transitaba desde hacía varios años.
La noticia se difundió por todos lados. Mucha gente de
comunidades vecinas iba a ver la nueva fuente de agua. Era tal su
profundidad que la llamaron
Quiritzícuaro
[“la gran fuente”], y fluía al
este del pueblo de Paracho.
Genaro Zalpa Ramírez (comp.), “La mitología del agua en la meseta purépecha”:
(23/08/2010) (adaptación).
Colibrí.