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Libro para el maestro
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SECUENCIA 5
tener ganas de ahogar-
le. De otro modo no
vale. […]
De modo que se me
ha ocurrido escribirte
algunas de esas cosas que a
ratos quise contarte y no supe o no me atreví. A un pa-
dre soltando el rollo filosófico hay que estarle mirando
a la
jeta
, mientras se pone cara de cierto interés y se
sueña con el liberador momento de correr a ver la tele.
Pero un libro lo puedes leer cuando quieras, a ratos per-
didos y sin necesidad de dar ninguna muestra de respe-
to: al pasar las páginas bostezas o te ríes si te apetece,
con toda libertad. Como la mayor parte de lo que voy a
decirte tiene mucho que ver precisamente con la liber-
tad, es más propio para ser leído que para ser escuchado
en sermón. Eso sí, tendrás que prestarme un poco de
atención
(aproximadamente la mitad de la que dedicas
a aprender un nuevo juego de
ordenador
) y tener algo
de
paciencia
, sobre todo en los primeros capítulos. Aun-
que comprendo que es poner las cosas bastante más di-
fíciles, no he querido ahorrarte el esfuerzo de pensar
paso a paso
ni tratarte como si fueses idiota. Soy de la
opinión, que no sé si compartirás, de que cuando se tra-
ta a alguien como si fuese idiota es muy probable que si
no lo es llegue pronto a serlo… […]
Pues bueno, todo lo que voy a decirte en las páginas
siguientes no son más que repeticiones de ese único
consejo una y otra vez: ten confianza. No en mí, claro,
ni en ningún sabio aunque sea de los de verdad, ni en
alcaldes, curas ni policías. No en dioses ni diablos, ni
en máquinas, ni en banderas. Ten confianza
en ti mis-
mo
. En la inteligencia que te permitirá ser mejor de lo
que ya eres y en el instinto de tu amor, que te abrirá a
merecer la buena compañía. Ya ves que esto no es una
novela de misterio, de esas que hay que leer hasta la
última página para saber quién es el criminal. Tengo
tanta prisa que empiezo por descubrirte en el prólogo
la última lección.
Quizá sospeches que estoy tratando de comerte el
coco y en cierto sentido no vas desencaminado. […]
En este libro te estoy dando a comer algo de mi propio
coco y también aprovecho para comerte un poco el
tuyo. No sé si sacarás mucha
pitanza
de mis sesos: qui-
zá sólo unos bocados de la experiencia de un príncipe
que no todo lo aprendió en los libros. Por mi parte,
quiero apropiarme a mordiscos de una buena porción
del tesoro que te sobra: juventud intacta. Que nos
aproveche a ambos.
Fernando Savater.
Ética para Amador
. México: Editorial Planeta,
2007, pp. 11-16. (fragmento)
jeta:
cara, rostro.
ordenador:
computadora.
pitanza:
alimento, nutrición.