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Libro para el maestro
ANEXO 3
232
Lucy y el monstruo
Ricardo Bernal
Querido Monstruo:
Ya no te tengo miedo. Mi papi dice que no existes y
que no puedes llamar a tus amigos porque ellos
tampoco existen. Cuando sea de noche voy a cerrar
los ojos antes de apagar la luz del buró y voy a
abrazar bien fuerte a mi osito Bonzo para que él
tampoco tenga miedo. Si te oigo gruñir en el clóset
pensaré que estoy dormida. No quiero que mi papi
se despierte y me regañe.
Ya sé que me quieres comer, pero como no existes
nunca podrás hacerlo; aunque yo me pase los días
pensando que a lo mejor esta noche sí sales del
clóset, morado y horrible como en mis pesadillas.
..
Mañana, cuando juegue con Hugo, le voy a decir
que te maté y que te dejé enterrado en el jardín y
que nunca más vas a salir de ahí. Él se va a poner
ANEXO 3
tan contento que me va a regalar su yoyo verde y
me va a decir dónde escondió mis lagartijas (siempre
ha dicho que tú te las comiste, pero eso no puede
ser porque mi papi me dijo que no existes y mi papi
nunca dice mentiras).
Voy a dejarte esta carta cerca del clóset para que la
veas. Voy a pensar en cosas bonitas como en ir al
mar, o que es Navidad, o que me saqué un diez en
aritmética.
¡Adiós, monstruo!, qué bueno que no existas.
firma: LUCY
PD: No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo
miedo.
Mi pequeña Lucy:
¿Cómo que no existo? Tu papi no sabe lo que dice.
¿Acaso no me inventaste tú misma el día de tu
cumpleaños número siete? ¿Acaso no platicabas
conmigo todas las noches y te asustabas con los
extraños ruidos de mis tripas?
Todas las noches te observé desde el clóset y tú lo
sabías.
..
Aunque nunca me viste conocías de memoria mis
ojos, mi lengua y mis colmillos; pues todas, todas las
noches me soñabas.
Por eso cuando leí tu carta sentí tanta desespera-
ción. Por eso destrocé tus juguetes y me comí de un
solo bocado a tu delicioso osito Bonzo.
Lo juro, Lucy, tú ya estabas muerta.
Tenías los ojos abiertos y cuando toqué tu barriguita
estaba más fría que mi mano. Seguramente te mató
el miedo y yo no pude comerte pues no me gusta el
sabor de los niños muertos. Lo único que hice fue
regresar al clóset y llorar de tristeza hasta quedarme
dormido.
.. ¡Pobre Lucy! ¡Pobre Lucy y pobre mons-
truo solitario!
Ahora tendré que salir de aquí, alejarme de los
adultos que cuidan tu pequeño ataúd y dejar esta
carta donde puedas encontrarla.
.. Necesito la risa de
un niño y necesito el miedo de un niño para seguir
vivo.
Por cierto, Lucy, ¿dónde dices que vive tu amigo
Hugo?
Atentamente
EL MONSTRUO
Ricardo Bernal. “Lucy y el monstruo”, en Mónica Lavín (anto-
log.).
Leo, luego escribo. Ideas para disfrutar la lectura
. México,
SEP/Lectorum, 2003, pp. 107-108.